lunes, 21 de febrero de 2011

LA GUERRA FEDERAL Y EZEQUIEL ZAMORA.

 


Para  comprender las causas que desataron la Guerra Federal, es necesario caracterizar previamente al país, a fin  de encontrar dentro de aquella aparente confusión, las contradicciones que motorizan la sociedad venezolana de esa época.

La  sociedad  venezolana viene  transcurriendo  en pugnas,  un  tanto “instintivas” entre  los  grupos  dominantes, quienes no constituyen un bloque homogéneo. Los  comerciantes y el capital usurario tenían  en sus manos a los propietarios de tierras mediante préstamos onerosos  -  recordemos la Ley del 10 de abril de 1834, (Ley de espera y quita) y aquellos provocaban en estos reacciones que se revertían en la naturaleza del  Estado. Los terratenientes no habían encontrado como  evitar su ruina. La escisión definitiva entre liberales y conservadores, es expresión de esta lucha. Pero a su vez, como resultado de  las presiones del capital usurario sobre los propietarios, se  producía  la profundización de otra contradicción. Cuando  el  primero presionaba  más,  los segundos recostaban los efectos  sobre  las masas trabajadoras. Del mismo modo, las crisis constantes de  los precios  en  el mercado internacional  incidían  directamente  en agravar estas contradicciones y en motivar rebeliones políticas.

La  sociedad  venezolana se caracterizaba  por  un grupo  dominante formado por el capital usurario y  los grandes terratenientes, quienes cada día concentraban más  la  propiedad territorial. Del  otro lado una multitud  formada  por pequeños propietarios  sin capital, una legión de pobladores  doblados  en peones, arrendatarios, pisatarios, una burguesía (pequeña burguesía) urbana y una incipiente y débil masa de artesanos. Tal  como  dice  Federico Brito  Figueroa,  “Los cambios sociales ocurridos en Venezuela en la segunda mitad  del siglo  XIX no modificaron sus características de sociedad  global pre capitalista y rural latifundista”.

El  movimiento  de marzo de 1858  que  derrocó  al General Monagas,  fue  el resultado de  una  política económica desastrosa que aumentó la deuda pública, el déficit  fiscal y  de la promoción de reformas constitucionales sin fundamento. No había asomo de una alternativa para mejorar la situación  en  favor  de ningún bando; como dice H.  Malavé Mata, en “Formación del Antidesarrollo en Venezuela”, “liberales y conser­vadores, igualmente afectados, se unieron en 1858 para dar forma a un movimiento destinado a derrocar la regencia personalista  de los caudillos orientales”. Mas, la “revolución de Marzo” apenas fue un  golpe de  cuartel que como dice Vallenilla Lanz, "sólo puso  énfasis  en resolver el problema político relacionado con los Monagas". Así pues, podemos afirmar que la primera causa  de la  Guerra Federal, está ubicada en las pugnas entre las  propias clases  dominantes y al mismo tiempo, en la estructura económica nacional, en virtud que la forma de propiedad de la tierra marginaba de los beneficios de la producción a amplias capas humanas.

El  carácter  de  las  relaciones  de producción, condenando a los campesinos a vivir de ingresos sumamente insignificantes, por la ineficacia del aparato productivo, hace tomar fuerza a la idea de cambiar las relaciones, por una nueva forma de distribución. Por  eso la masa popular venezolana siente que  la lucha en la que participará tiene que llegar hasta objetivos más importantes  que el simple cambio político. Su programa de  lucha será  “la igualdad de clases” o la eliminación de  la estructura económica afianzada en la explotación del trabajo humano. Esas  contradicciones  no resueltas se  revierten políticamente en el rápido rompimiento entre liberales y conservadores y como dice Mario Briceño Iragorry, bien “pronto comprendió  la masa popular y los políticos efectivamente liberales  que habían apoyado la coalición, que detrás del programa  eufemístico de perdón y olvido de lo pasado, está la garra feroz de la taima­da oligarquía caraqueña…”.

Como resultado de ese rompimiento, el 18 de  junio de  1858, el gobierno expulsa del territorio nacional a hombres liberales como Ezequiel Zamora, Juan Crisóstomo Falcón, etc.
Recapitulando afirmamos que la no modificación  de la  estructura económica, el mantenimiento del latifundismo,  las prerrogativas del capital usurario y el mantenimiento de relaciones semi serviles, contribuyeron al rompimiento entre conservadores  y lo más avanzado del partido liberal. Un hecho económico  y otro  político, resultado  el primero del  segundo, definen un primer cuadro de causas de la Guerra Federal. Es evidente, como sostiene Brito Figueroa, que los oprimidos por terratenientes y burguesía parasitaria, buscaban la transformación de la sociedad. Si dudamos de ello, recordemos  lo que Zamora señalaba en sus proclamas: “No habrá pobres ni ricos, ni esclavos, ni dueños, ni poderosos, ni desdeñados, sino hermanos que sin  descender  la frente se tratan vis a vis, de quién a quién”.

Otro aspecto que conviene dilucidar es el relativo al problema ideológico

Es  obvio  que las prédicas liberales  que habían alimentado  las revoluciones burguesas europeas,  penetraron al territorio  nacional;  como dice José Gil Fortoul,  “La teoría democrática honradamente propagada por apóstoles e ideólogos como Estanislao  Rendón y Napoleón Sebastián Arteaga, se convirtió para la plebe inculta, todavía analfabeta, en una especie de espejismo donde  seria realizada la igualación de las clases sociales,  aun en merecimiento y honores”. Vallenilla  Lanz duda que esas ideas  hayan  tenido mucho que ver en el despertar de las masas y señala que su lectu­ra  de muchos diarios de la época no le ha descubierto la presen­cia de esas consignas, que él llamó demagógicas.

Objetivamente,  las masas siguieron la idea de  la Federación – igualdad, fraternidad -; y si bien es  cierto que aquellas consignas habían sido resultado de sociedades que avanzaban hacia estructuras burguesas, fueron interpretadas y ajustadas a la realidad nacional. La  idea de igualdad debía y podía prender en  una sociedad de grandes desigualdades, frustraciones y engaños. Brito  Figueroa, refiriéndose al programa  de  los revolucionarios  y particularmente a las proclamas  de  Ezequiel Zamora, donde el concepto de igualdad parece conducir a la eliminación  de  clases, sostiene que parece más  bien  inspirado en principios ideológicos más revolucionarios que los de la democra­cia  burguesa.  En ese sentido afirma, “…en Venezuela si se  hacían sentir las ideas del socialismo utópico…..”.

Venezuela  era  una sociedad en la que  apenas  en 1854  ha sido abolida la esclavitud pero la realidad  de  nuestra economía, con un mercado de trabajo estrecho, hizo de los esclavos trabajadores serviles, obligados a seguir sirviendo  a  sus amos. A  todo  esto, habría que agregar el odio  acumulado  en  las masas por la explotación y la discriminación de que eran víctimas los habitantes negros. Por eso ha dicho con justicia Arturo  Uslar Pietri  que  la “Guerra Federal fue una especie  de  frenesí por destruir  los  estamentos de la sociedad y acabar con  todo   que significara justa o injusta jerarquía, desde la riqueza  de  los ricos  y la propiedad de los propietarios, hasta el odio que  los guerrilleros más salvajes proclamaban contra los blancos….”.

En cuanto a las consecuencias, hagamos un análisis ligero

Los sectores populares vieron frustradas  sus aspiraciones de introducir cambios en la estructura económica. El movimiento  federal estaba  compuesto, además  de  los  sectores populares,  por terratenientes endeudados,  militares  y otros grupos  que poco se diferenciaban de quienes manejaban  el  poder antes del conflicto bélico. Si  bien  las masas  federales tenían  planteados objetivos revolucionarios, en el sentido que aspiraban  destruir el latifundismo e introducir modificaciones en la  sociedad,  en cambio  los  terratenientes endeudados y militares  que  lograron controlar  el movimiento federal, no tenían sino el propósito  de alcanzar el poder para enriquecerse y para satisfacción personal, como  se  demuestra desde el fin de la guerra con  la firma  del pacto de Coche, mediante el cual se comprometen las facciones  en pugna a compartir el poder sobre la misma base latifundista.

La  guerra federal al no modificar la estructura mantuvo la misma composición de clases de la sociedad venezolana, pero es evidente que las duras jornadas por la igualdad,  dejaron como  resultado la minimización en gran medida – no la desaparición  – de los prejuicios raciales. Sirvió además para enseñar  a las masas una alternativa posible para conquistar sus derechos  y la justicia.

Para  Carlos  Irazàbal, con la guerra  federal  el movimiento conservador quedó herido de muerte. La  ideología  de ese sector político era la preeminente, llena de prejuicios aristocráticos, étnicos, etc., “que impedía la democratización de las relaciones entre los hombres”.


LA GUERRA FEDERAL Y EL LIDERAZGO DE EZEQUIEL ZAMORA


No habrá pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien”.
Ezequiel Zamora (correspondencia, Barinas, 12/12/1859).



INTRODUCCIÓN

La estructura económica y social existente durante el período colonial no sufrió mayores modificaciones con el proceso de independencia y la instauración de la República. Esta estructura, agroexportadora y monoproductora, estaba basada en la explotación de la mano de obra esclava en las grandes plantaciones cacaoteras, y en la explotación del trabajo de los peones en las haciendas ganaderas. Las relaciones sociales coloniales, incluyendo a la esclavitud, fueron ratificadas con la Constitución de 1830. La oligarquía criolla se valió de los esclavos y mestizos para poder conquistar la guerra de independencia, pero una vez concluida la misma se propuso restablecer el sistema de dominación en el cual ellos debían jugar el papel hegemónico.

Uno de los cambios sociales más significativos se produjo con la incorporación de los caudillos militares a la oligarquía dominante, en su condición de grandes terratenientes y poseedores de buena parte del poder político. El otro cambio fue el duro golpe que sufrió el sistema esclavista durante la independencia, pues pese a que el mismo se mantuvo vigente hasta 1854, la oligarquía nunca pudo restablecer el grado de dominación social que tenía durante la colonia. No obstante, la independencia dejó sin resolver gran parte de las desigualdades sociales que anidaban en la sociedad colonial. Consecuencia de ellos fueron las luchas sociales que estallaron durante la década de 1840, y el posterior desarrollo de la Guerra Federal. La rebelión urbana del pueblo caraqueño manifestado en las acciones del 9 de febrero de 1844 y del 24 de enero de 1848, junto a la insurrección campesina desarrollada en 1846-47 en la zona central del país, reflejaron un descontento que ya estaba implícito en la conspiración de negros y mestizos de Caracas en 1831.

Cuando Ezequiel Zamora proclamó la Federación el 20 de febrero de 1859, volvía a resurgir el ansia igualitaria que el pueblo venezolano había demostrado a través de gestas heroicas de lucha como la de los Comuneros de los Andes en 1781, la de José Leonardo Chirinos en 1795, la de Gual y España en 1797, la de Francisco Javier Pirela en 1799 y las insurrecciones de esclavos en 1812-1814. Zamora significaba el líder al fin encontrado para canalizar todo un deseo de democracia e igualación social que surgió durante el proceso de descomposición de la sociedad colonial.



LA REVOLUCIÓN CAMPESINA


El estallido de la Guerra Federal en 1859 fue más que una lucha por la implantación del sistema federal de gobierno, y se manifestó principalmente como una insurrección campesina que planteaba las mismas aspiraciones de las rebeliones de esclavos en 1812-1814. Su antecedente más inmediato lo constituyó la rebelión campesina de 1846-47, en la cual había tenido destacada participación el mismo Ezequiel Zamora. La guerra federal significó el epílogo de este terremoto social que se desató en el proceso de disolución del sistema colonial español en Venezuela.
Como plantea Armas Chitty,
la Federación completó la guerra de independencia, pues la misma ansia igualitaria que pregonaban los soldados de Zamora, los encarbonados de Espinoza y los llaneros desnudos de Zoilo Medrano puede apreciarse en los mismos llaneros que llevaba Boves al combate”.
O como dijo Vallenilla Lanz :
Zamora, por su gran pericia militar, por su desprendimiento, por su heroísmo, por la dureza de su carácter y por el influjo que tuvo en nuestras masas populares, a nadie más que a Boves puede comparársele...” (1994: 193).
Los objetivos de la insurrección campesina que se desarrolló desde el 20 de febrero de 1859 y que estuvo encabezada por Ezequiel Zamora se referían a la igualación de las clases sociales, el reparto de tierras, supresión de contribuciones, echar del gobierno a los opresores y terminar con la oligarquía. Como bien dice Brito Figueroa, para las masas campesinas ese era el verdadero significado de la palabra Federación (o Feberación, como erróneamente decían los campesinos analfabetos). Se ha argumentado que estos objetivos no aparecen en los programas principales de la Federación, aunque sí aparecen en multitud de cartas, proclamas, alocuciones y órdenes generales de Zamora y de sus más inmediatos colaboradores. Compartimos aquí la opinión de Brito Figueroa, al decir que dichos programas eran producto de acuerdos entre las fracciones del liberalismo, es decir, de acuerdos entre los revolucionarios zamoristas y los conciliadores seguidores de Falcón y Guzmán Blanco; esto explicaría la ausencia de las principales consignas de Zamora en dichos programas (Brito, 1981: 472). Carlos Irazábal establece la misma conclusión:
Para el vasto campo popular, federación estaba muy lejos de ser sólo autonomía provincial. Era igualdad, era tierra, era libertad. Federación era venganza y retaliación. Era estallido anárquico y violento en contra de la opresión ancestral, la secular opresión, la vieja discriminación, cuyas raíces se anclaban en los tiempos coloniales” (Irazábal, 1980:248).
Para Zamora la Federación implicaba una profunda democratización de la sociedad. Sus palabras de febrero de 1859 son muy elocuentes a este respecto: “La Federación encierra en el seno de su poder el remedio de todos los males de la patria. No. No es que los remedia, es que los hará imposibles...Volveremos la espalda, ya para siempre, a las tiranías, a las dictaduras, a todos los disfraces de la detestable autocracia” (Landaeta, 1961: 286). Zamora significó un liderazgo diferente al ejercido por los caudillos tradicionales que surgieron en Venezuela a lo largo del siglo XIX; Zamora representaba los genuinos intereses de las masas campesinas, de los desposeídos, que nuevamente enarbolaban la “guerra social” que había desatado Boves en 1813, con el fin de destruir el poder político y económico de la oligarquía, y construir en cambio una nueva sociedad basada en los principios políticos del liberalismo burgués, cuyo respeto y aplicación estricta, pensaba Zamora, permitirían la felicidad del pueblo.
En la Guerra Federal coexistieron dos intereses en el bando liberal unos, que deseaban promover la constitución de un régimen de libertades formales, democrático burgués, que limitara el poder que hasta el momento había mantenido la oligarquía heredera de los mantuanos de la colonia; este sector estaba integrado en lo fundamental por personajes ilustrados y que pertenecían a sectores sociales poseedores (sobre todo terratenientes), y estaba liderizado por Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco. Los otros, la mayoría, los campesinos y algunos intelectuales radicalizados, que pregonaban las reivindicaciones igualitarias que permanecían sin cumplirse desde la guerra de independencia; esta era la fracción que encabezaba Ezequiel Zamora.
Los principios liberales de la federación, compartidos por Zamora, pueden analizarse en el pronunciamiento de la ciudad de Barinas, luego que ésta fuera ocupada por las fuerzas militares de Zamora el 18 de mayo de 1859 (Castillo, 1996: 14). En dicho pronunciamiento se establecen como “principios del Gobierno Federal” lo siguiente:
“La abolición de la pena de muerte. Libertad absoluta de la prensa. Libertad de tránsito, de asociación, de representación y de industria. Prohibición perpetua de la esclavitud. Inviolabilidad del domicilio, exceptuando los casos de delitos comunes judicialmente comprobados. Inviolabilidad de la correspondencia y de los escritos privados. Libertad de cultos... Inmunidad de la discusión oral de todas especies. Inviolabilidad de la propiedad. Derecho de residencia a voluntad del ciudadano. Independencia absoluta del Poder Electoral, que ni antes de su ejercicio ni después de él dependa de ninguno de los funcionarios de los demás ramos de la administración. Elección universal, directa y secreta del Presidente de la República, del Vicepresidente, de todos los legisladores, de todos los magistrados de orden político, y de todos los jueces. Creación de la milicia armada nacional. Administración de justicia gratuita en lo secular. Abolición de la prisión por deuda. Derecho de los venezolanos a la asistencia pública en los casos de invalidez o escasez general. Libertad civil y política individual; consciente primero en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; y segundo, en la facultad de hacer sin obstáculo todo lo que la ley no haya expresamente calificado de falta o delito. Seguridad individual: prohibición del arresto o prisión sino por causa criminal precedida evidencia de la comisión de un delito, y los indicios vehementes de la culpabilidad” (Landaeta, 1961: 321).
Como se puede ver, son cuestiones fundamentales de la democracia burguesa que aún hoy muchas de ellas no se cumplen en Venezuela. Por ejemplo, lo referido a la elección popular de los jueces, a la gratuidad de la administración de justicia, a la independencia del poder electoral, la seguridad social, etc. El hecho de que haya pasado más de un siglo y aún no se haya ejecutado a plenitud dicho programa democrático burgués, revela fehacientemente el carácter revolucionario de dichas propuestas al ser enarboladas por el movimiento insurreccional campesino que encabezó Zamora.
No compartimos la opinión de Carrera Damas al establecer que el “Programa de Zamora era una mezcla abigarrada de ideas conservadoras con supuestos propósitos revolucionarios populares” (1985:21); y que en contraste, el “Programa de Falcón” expresaba en términos inequívocos la naturaleza del radical cambio sociopolítico que perseguía la federación (p.23). Carrera Damas se limita aquí a valorar las propuestas democrático-burguesas que institucionalizó la federación con la Constitución de 1864 (y que él considera que recoge la “formulación definitiva del proyecto nacional venezolano”, ob.cit., p.27). Al mismo tiempo, sugiere que las propuestas revolucionarias del Programa de Zamora “no eran alcanzables” (idem). Pero olvida considerar que más allá de la lucha por implantar los principios liberales, la Guerra Federal era una lucha contra las clases dominantes, por aniquilar su poder económico y político, objetivo que se puso al alcance de las fuerzas militares de Zamora luego de la batalla de Santa Inés, en diciembre de 1859.
Su inmediata muerte, en enero de 1860, y la inoperante conducción militar de Falcón, que condujo a la vergonzosa derrota de Coplé, el 17 de febrero de 1860, impidieron la inminente y aplastante victoria federal que se había anunciado gracias al genio militar de Zamora en Santa Inés. Esta es la realidad de los hechos, el triunfo de la insurrección campesina era perfectamente realizable, y con él, muchas de sus consignas como la de “horror a la oligarquía”, “igualación social”, y el “imperio de la mayoría”. Es obvio que no podía esperarse la instauración de un régimen democrático popular, inexistente en ese momento en país alguno, en una sociedad agraria como la nuestra. Lo más probable es que el eventual triunfo de Zamora hubiera conducido a la consolidación de una nueva clase dominante, pero el dinamismo que hubiera aportado al desarrollo del país pudo haber sido mucho mayor al que desarrollaron los liberales timoratos como Falcón y Guzmán. Probablemente nuestro desarrollo dependiente y subordinado al imperialismo extranjero hubiera tenido facetas más favorables a los intereses nacionales y populares.
La prematura muerte de Zamora, el 10 de enero de 1860, favoreció que finalmente prevalecieran quienes deseaban un cambio puramente formal, el cual se concretó con la firma del Tratado de Coche, el 24 de abril de 1863. Con este tratado se concretó un simple cambio de opresores en el gobierno, sólo que en lugar de conservadores y constitucionalistas, se proclamaron liberales y federales. Pero la estructura económica, la que constituía el fundamento material de la oligarquía, continuó intacta, y al lado de los viejos apellidos que controlaban la riqueza territorial agraria, monopolizaban el comercio y la usura, comenzaron a figurar apellidos de origen “oscuro” (Brito Figueroa, ob.cit., p.478).
Al igual que en 1814, la muerte del líder que guiaba el movimiento revolucionario de las masas, Ezequiel Zamora, dejó inconclusas las aspiraciones del campesinado. La Federación bajo la conducción de Falcón y Guzmán Blanco terminó siendo una caricatura de lo que originalmente había delineado Zamora. Nuevamente, la ausencia de un sólido liderazgo colectivo que continuara la lucha cercenó las posibilidades de triunfo de los desposeídos. Sobre la personalidad de Zamora, mencionemos aquí la opinión de uno de sus lugartenientes, Emilio Navarro, y hagamos de paso la comparación con los “líderes” actuales de nuestra democracia, en los cuales pareciera cosa común la ausencia total de principios y de ideales de justicia social :
“El General Ezequiel Zamora era un soldado verdadero, valiente,... incapaz de cometer ningún atentado... Era Zamora por lo natural agradable de trato, afable con las familias sin que aspirase de ellas lo más pequeño en su perjuicio; no podía ser indiferente con sus amigos de campaña, los que prestaban servicios de buena fe a la causa de la Federación. Liberal doctrinario, generoso y de buenos sentimientos, acérrimo enemigo de la mentira, odiaba en sumo grado a los ladrones ; cruelmente despreciaba las engañifas ; jamás ofrecía sin cumplir religiosamente ; trataba con marcadas demostraciones de respeto a sus propios enemigos políticos que se distinguiesen por méritos dignos, aunque fuesen sus prisioneros... amigo generoso del débil. En los golpes de la adversidad mostrábase con carácter inflexible, valor, constancia y perseverancia;...conocía en sumo grado a los políticos de Venezuela en sus aspiraciones, a los calculistas y tránsfugas. Consecuente con sus amigos, cualquiera fuese su rango social, sólo a ellos hablaba con franqueza y les daba sus consejos...” (Navarro, 1976: 121-122).
Zamora, con sus acciones, llegó a infundir verdadero terror a la oligarquía. Al ocurrir su muerte, el alivio que sintieron fue tal que Juan Vicente González llegó a escribir: “Bala afortunada. Bendita sea mil veces la mano que la dirigió”. Opiniones así nunca fueron dirigidas en cambio a otros connotados jefes federalistas como Falcón y Guzmán Blanco. La causa era que Zamora no representaba exclusivamente los ideales federales y liberales; principalmente defendía la causa de los desposeídos, su guerra era una guerra contra los poderosos, contra los oligarcas en general, y su objetivo era la igualdad social, objetivo difuso que correspondía al imaginario de la época en una sociedad agraria como la nuestra.
En contraste con la imagen que de Zamora tenían los jefes federales, Juan Crisóstomo Falcón no queda muy bien parado ante la historia. Héctor Mujica dice al respecto: “Es bien claro desde el comienzo que tanto Falcón como Guzmán Blanco representan la conciliación, la posibilidad de un entendimiento con el enemigo” (Mujica, 1982:122). El mismo Emilio Navarro dice sobre él lo siguiente:
“Por el conocimiento que tuve del General Juan Crisóstomo Falcón desde sus primeros días en la política, comprendí que este jefe era sumamente superfluo en la línea política...mi padre, el Coronel Carlos Navarro, como el modesto y sabio José Melitón Toledo andaban en pos de él, evitándole una multitud de flaquezas que diariamente cometía Falcón en Coro, con los enemigos del partido liberal, uniéndoseles en sus complots, ofreciéndoles sus servicios, méritos y prestigios a sus propios enemigos. Sólo con la ambición de figurar representaba este tristísimo papel, que los legítimos liberales trataban de disimular” (ob.cit., p.108).
Es de resaltar que Falcón fue acusado en su momento por una buena parte de los jefes federales de ser el responsable directo de la muerte de Zamora. Brito Figueroa en su obra Tiempo de Ezequiel Zamora asume estas acusaciones, y concluye que Zamora fue asesinado por un espaldero de Falcón, de apellido Morón. Según otro jefe federal, el Coronel Joaquín Rodríguez, afirmaba que Guzmán Blanco, disgustado con Falcón en una ocasión, afirmó que este era responsable directo del asesinato de Zamora. De todo lo anterior se concluye que el triunfo de la Guerra Federal no fue en modo alguno el triunfo de la causa por la que luchaban los campesinos alzados bajo el mando de Zamora. Una vez más, al igual que en la guerra de independencia, las aspiraciones de los desposeídos quedaban inconclusas, y lo más que se alcanzó fue la formalidad de las leyes, situación que, guardando la distancia en el tiempo, se mantuvo en nuestra cuestionada democracia representativa puntofijista, basada en los mismo principios liberales que “defendían” personajes como Guzmán Blanco y Falcón.
La esencia del Tratado de Coche fue la de acabar con la insurrección campesina que amenazaba seriamente la estabilidad de las clases dominantes. A este respecto Carrera Damas, en su afán de defender el proyecto nacional burgués, plantea que
“el Tratado de Coche es un paso coherente en la dirección fundamental seguida por la clase dominante desde 1811-1812, y tal consistía en restablecer y consolidar la estructura del poder interna, desquiciada primero por las guerras de independencia y amenazada luego de definitivo colapso por la Guerra Federal. Fue la conciencia de esta posibilidad inminente lo que condujo a poner término a la contienda”. (Carrera Damas, 1985:27).
Sin embargo, el triunfo de la federación terminó de destruir el complejo material e intelectual de la colonia (Irazábal, 1980:254). Por ser algo más que un enfrentamiento entre poderes y proyectos políticos, la federación tuvo hondas repercusiones sociales, pues las reclamaciones federalistas fueron identificadas con la lucha contra la opresión en sentido global, en lo económico, político y social (Banko, 1996: 191). La federación tuvo una amplia significación para la sociedad venezolana de la época, pues no fue solamente un modelo político para la organización de la República, sino que se convirtió en sinónimo de libertad para los sectores desposeídos. Lo que se inició como un enfrentamiento por el poder político entre dos fracciones de las clases dominantes, se convirtió en una auténtica guerra social contra la opresión de las clases oligárquicas. La Revolución Federal tuvo como una de sus principales consecuencias el consolidar las bases del igualitarismo social que caracteriza a la sociedad venezolana actual (Pérez Arcay, 1977: 166). La derrota militar y política de los godos (derrota que fue sólo parcial) permitió el desarrollo posterior de ese sentimiento igualitarista, aunque en términos socioeconómicos haya surgido una nueva oligarquía dirigente que se apoderó de las tierras y de las instituciones financieras y comerciales. Carlos Irazábal resume así las consecuencias de la guerra federal:
“Pero a pesar de todo la Federación tuvo sus aspectos positivos. El conservatismo quedó herido de muerte... la preeminencia de la oligarquía conservadora implicaba lógicamente que fuese suya la ideología dominante y, como es sabido, estaba saturada de prejuicios aristocráticos, étnicos, etc., que impedían la democratización de las relaciones entre los hombres. La Federación, al violentar esos prejuicios, democratizó las relaciones familiares, las añejas costumbres, los exclusivismos nobiliarios heredados de la Colonia ... en ese período se propagó en la conciencia popular el sentimiento y el espíritu de igualdad ... Ello explica en gran parte los rasgos espirituales de nuestro pueblo : rebelde, igualitario, democrático a pesar de la explotación ... En él están ausentes las manifestaciones conscientes o subconscientes de la inferioridad social que se puede notar en otros pueblos, o en ciertas capas populares de otras naciones...” (Irazábal, 1974:196).
CONCLUSIONES
La obra histórica de Ezequiel Zamora se relaciona directamente con las aspiraciones democráticas y sociales de las grandes mayorías explotadas de Venezuela. Cuestiones como el carácter popular del ejército venezolano, así como el espíritu de igualación social que prevalece entre los venezolanos al margen de toda discriminación clasista o étnica, son en parte el resultado de sus acciones durante la Guerra Federal. Ciertamente su obra no pudo ser completada en su momento, debido a la muerte prematura del General de Hombres Libres. Pero reivindicar su ejemplo sigue siendo necesario en la medida en que aún se plantea en Venezuela la conquista de una verdadera democracia popular, que satisfaga ese deseo igualitario que insurgió en suelo patrio desde hace más de doscientos años.





FUENTES BIBLIOGRAFICAS
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